Te daría mi mente abierta
si pudieras leerla,
no habría una sóla razón
que me lo impidiera,
no creo que su oscuridad te absorbiera,
ni su luz te cegara.
Llegarías hasta mi eterna
búsqueda de la verdad,
el aire, el tuyo, el que necesito para vivir
en este precario equilibrio
por el que toda la vida voy andando,
lo verías,
el filo de la navaja que a veces
me corta,
tantos trozos de espejos
que quisiera romper,
atardeceres que quisiera vivir
y encerrar en una botella
para que no se escapasen,
la espuma del mar
en la arena de mis pensamientos
que a veces nadan y a veces
se hunden por su peso,
trozos de nubes que han rascado
el azul del cielo,
cielos negros,
donde su consuelo siempre serán
estrellas,
una eternidad, amor,
donde jamás me separaré de tí.
Mi mente, puerta y llave
de mi alma,
los ojos, ventanas por las que a veces
te asomas
y otras te dejo mirar.
Respuestas, miles de respuestas
que están ahí para no me acuerdo qué preguntas,
algunas esperando la suya.
Razones, dudas que penden
de un hilo o de muchos,
mentiras que no he querido que hablen,
palabras que nunca se acaban,
canciones, muchas,
para las que no nací con la garganta apropiada
a lo que siento con ellas.
Te llevaría de la mano
por todos los otoños fríos que hay,
y las madrugadas, claras, calientes,
contigo.
Quizás te asombrara todo lo que
querría de la vida,
todo lo que recuerdo,
los hermosos paisajes que protejo,
mi maldita obsesión por el tiempo,
todo lo que tengo guardado dentro, de tí,
miles de instantes brillantes
en calles de Granada y Valencia,
algunos en ninguna parte
porque aún no han llegado.
Creo que tú me entenderías mejor aún que yo,
esos pies que tengo en las nubes
y esa cabeza encima de la tierra,
los miedos, la melancolía,
la pasión, los sueños, la felicidad,
fíjate, te enredarías
en los cientos de redes de ideas
que acampan aquí arriba,
podrías dictárselas a éstos dedos,
meterte luego por mi torrente sanguíneo
y hacerme el amor cómo nunca jamás
se lo han hecho a nadie,
abrazarte a nada más que a mi alma,
calmarme esta necesidad de tí.
No me haría falta tinta
para decirte en todos los momentos
que quiero estar contigo,
todo lo que te deseo,
todo lo que te comprendo,
todo lo que quiero que seámos juntas,
todo cuánto te amo...
los entresijos de mi ser,
simples, difíciles.
Y oh, que fantástico sería
poder hacer yo lo mismo,
penetrar en tí
y conocerlo todo,
saber cada palmo de lo que deseas,
de lo que piensas,
de cómo lo quieres,
de qué esperas.
Montarme de forma literal
un pisito en tu corazón
y dormir todas las noches
lo más cerca y en paz que pueda existir.
Pero...sólo podemos utilizar la voz
y la piel,
el oxígeno y la sangre,
para seguir en este misterio que somos
toda la vida descubriéndonos,
sintiéndote,
sintiéndome.
/Escrito hace unos días/
Todas las cosas que necesitaba decirle, cruzaban despacio mi cabeza.
Todas las cosas que necesitaba decirle...y que no le diría.
La habitación estaba llena de su presencia, tumbada ausente en la cama, y vacía de la mía, espesa, silenciosa, demasiado difusa para ocupar un lugar.
Tenía al descubierto un trozo de espalda, blanca, perfecta, desde la delgada línea que formaba la columna vertebral hasta el hombro izquierdo, continuando por el brazo inerte, flojo, abandonado, que no habían logrado tapar las blancas sábanas caídas al comienzo de su cintura.
El pelo también dormido le caía, largo, cubriendole algunos centímetros del cuello.
Yo estaba sentada detrás suyo, en una silla pequeña pegada a la pared, al lado de la puerta. Enfrente la ventana, sin dejar entrar más que una suave luz por entre los visillos echados.
No iba a esperar a que despertara.
Me miré la punta de las botas, gastadas, y me pasé una mano por el pelo, la frente, las cejas, preocupada, cuidadosa de no romper la absoluta tranquilidad de la sala, de no despertar a la dama.
La miré, recorriéndola por última vez con la mirada, grabándola, aprendiéndomela de memoria en aquellos escasos minutos.
Yo sólo quería que me quisiera.
Necesitaba decirle que necesitaba más aún que respirar su cuerpo. Que nesitaba más que nada su boca, sus manos nadando en mí, su aliento sobre mi cuello.
Vacíame, le habría dicho, vacíame y luego tírame si hace falta, pero déjame vacía de mí, por favor, porque eres la única que puede hacerlo. Y si no lo haces moriré.
LLévate toda mi conciencia y todo mi silencio, todas mis palabras por salir, déjame sólo los gemidos que no pueda evitar, los dientes apretados, mordiendo tus hombros con mi cuerpo arqueado hacía tí y tus manos dentro.
Dame la paz que sólo voy a encontrar en tí. Dame la mirada que me reduzca a cenizas de un golpe, y no apagues las llamas por la combustión espontánea que después se produzca.
Empújame contra una pared y obligáme a quedar allí, suave, con la humedad de tus labios penetrando en mí. Átame con la profundidad de tu boca, átame hasta que no pueda respirar, átame con fuerza y con firmeza hasta que esté a punto de morir si es necesario...
Sujétame las manos y toma todo de mí. Muérdeme, hazme sufrir, para de una vez por todas ése relog que pende sobre nosotras. Tómame, joder, sé mi dueña, mi voluntad, mi deseo, mi todo. Sé mi aliento, mis jadeos, mi calor, mi estallido en mil pedazos de colores.
Estoy aquí por tí, tuya. Tuya...cógeme.
Haz todo lo que imagines conmigo, moldea cada segundo a tu antojo en mi hoguera, sé una hechicera, una bruja, sé un ángel ó un demonio lo que prefieras, introdúcete en mi mar hasta el fondo, baja y bebe y deja que más arriba de tus rizos yo me deshaga más aún en mil gotas de agua sobre tus labios, sube por mi vientre después, asciende hasta mis ojos y adivina lo que quieren, déjame sentir el tacto de tus dedos como nunca nadie lo ha hecho.
Pero hazlo. Hazlo ya antes de que me muera. Pensé, mirándola, mi bella durmiente.
Libera lo que llevas dentro, todo lo que llevas dentro. Libéralo para mí de todos sus muros, miedos, recuerdos. Dámelo.
Confía en mí.
No tengas miedo de que te vea tal como eres. De que vea lo que sientes por mí, lo que quieres de mí.
Ten el valor de cogerme.
Suspiré. Me estaba levantando de la silla.
Y déjame, pensé, que tome todo cuanto tienes para mí, todo cuanto quieres darme. Que acaricie esa espalda que ahora mismo me está matando...que arranque esa sábana y la tire al suelo, y te encierre en esa cama conmigo encima llevándote por encima de todo ésto, de tí y de mí. Quiero oír el suspiro más profundo y largo de tu boca...Quiero oír cómo dices que no pare.
Necesito.....Te necesito. Te necesito entera.
Y me quedé entre la puerta y su imagen, la que recordaría toda la vida, unos instantes.
Dejé las llaves de su casa en el suelo, ésta amiga ya no podía serlo más. Y salí de la habitación.
/Historia como siempre, escrita por mí, hace unos meses/